PANCHO CABRAL


PADRE ARBOL

Padre árbol

me inclino ante tus años y muerdo tu cáscara rugosa.

Me elevo por tus venas, te canto, te dejo mi palabra

- pobre de aquel que pasa sin mirarte -

me arrodillo ante tu anchura sin saber desde que siglo

camina tu verde - no hace falta preguntarte -

solo quiero prolongarme por tus gajos y verme brillar

sobre tus vainas.

A veces me destino a contemplarte y digo:

¿Cómo hiciste esta sombra?

¿En que momento desapareció la siesta?

¿Con que rama señalaste el canto de las madres, de la mujer,

que ama y crea los hijos en tus ganas, de la abuela en paso campesino

que instruye el alba y el mañana?


Padre árbol, escucha:

Te confieso que vengo a cantarte

y vuelven aquí nombres polvorientos en sequías,

abuelos que te cantan; Delina y Atanasio, Oscar, Nicanor,

Raúl, Haydee, Blanca Pilila, Elba, gente de tu temple

y tu madera. Digo además, que no se de aquellas lluvias

que no estaban, ni de las blandas torcazas que poblaron

esos días. No vi por los húmedos ojos de tu represa antigua,

solo se que quiero arrinconarme en la abierta sombra generosa

de tu alma…y a veces si, suelo preguntarme:



¿Desde que semilla vienes?, ¿hacia donde va tu mano?,

¿quién hizo la primera rama?,

¿cómo se formó el yuyo de los Luna?,

¿de que greda los Moreyra?

¿Merezco la sombra del pájaro que vuela entre mi canto?

¿Quién hizo este silencio que sube y sube al final de la tarde?

¿Qué ha de ser sin ti esta comarca?

¿A quien entrego mi chaya y mi vidala?,

¿a quien el pan amigo sin tu savia?



Padre árbol, mira…

tu eres grande, porque grande fue la semilla y el agua.

No creo saber que pueda cobijarte con mis manos.

No tengo harinas amarillas y dulzonas, ni palomas,

andando por mis tardes.

¿Cómo puedo darte una Pascua si elevas tantos cristos

en el aire?



Estoy yéndome ya padre árbol, tacú inmenso, harina de mi agua.

Me abrazo a tu memoria, a la sombra generosa de tu alma.



PANCHO CABRAL


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